Palabra: Podcasts Sobre La Biblia

Todos hemos tenido esa sensación de no pertenecer al lugar en el que no estamos ¿verdad? Tenemos ese deseo e incluso ese ansia de una casa. Anhelamos siempre algo que no se corresponde con la realidad. La buscamos y luchamos por ella, una y otra vez, pero ¿no es verdad que la tendemos también a idealizar? Cada uno de nosotros tiene una idea diferente de lo que sería nuestro verdadero hogar. Muchas de esas diferencias tienen su origen en lo que cada uno arrastramos del pasado, las heridas que nos hacen estar inseguros de los detalles. Por eso es importante que al analizar el texto de hoy, cada uno de nosotros entendamos que no se nos habla en primer lugar de la casa que podrías construir tú o yo. Aquí se habla primeramente de la casa que construye para nosotros Dios. La casa que nos ha preparado él no es una casa que tengamos que ganarnos con nuestros méritos. Este es uno de los secretos mejor guardados de la iglesia. La religión te da el manual que tienes que seguir para ganarte esa casa pero ese no es el cas

Nos cuesta mucho hacer compatibles la justicia y la compasión ¿verdad? Es algo que nos pasa una y otra vez a todos debido a nuestra condición natural desde que somos unos niños. Nos indignamos profundamente cuando enfrentamos algo que nos parece injusto, sí, pero ¿no es verdad que al mismo tiempo podemos sentir también pena cuando vemos a alguien que padece por el mal que ha hecho? La ley de Moisés que seguiremos viendo hoy, veremos que nos muestra un intento de hacer compatibles esa justicia y esa compasión. Veremos sin embargo que no llega a conseguir su objetivo hasta que puede hacerlo en la persona de Cristo. La ley de Moisés trataba siempre de proteger a la parte más débil en los conflictos sociales más habituales y en este caso no hacía una excepción. La persona afectada en esta ley tan específica es una doncella, que puede haber perdido su virginidad de forma consentida y por ello ha entrado ya en una situación difícil a nivel social. Dios recordaréis bien que decidió que fuese precisamente a través de

La cuestión del dolor es un problema para todos. Lo es también para el creyente, por supuesto; pero parece que es el que no cree el que se apresura más fácilmente a hacer su veredicto: ¿Cómo puede existir un Dios bueno si hay tanto sufrimiento en el mundo?, nos preguntan ellos a menudo. Si todo es fruto del azar y aparentemente no hay un sentido detrás de la existencia, ¿por qué entonces nos preguntamos por la justicia una y otra vez? Dios es el problema y es por eso que buscamos en él la solución. Si no hay Dios, entonces tampoco hay un problema del dolor que haya que enfrentar. Sabemos bien que hasta los ateos más seguros de sí mismos claman también a Dios en los momentos de desesperación. ¿Por qué? Todo nuestro interior nos empuja a creer que hay un Dios pero no podemos entender cómo es posible que sean compatibles su amor y su poder. Cuando estamos sufriendo somos incapaces de entenderlo. Debemos evitar a toda costa darles a ellos ningún tipo de discurso, por supuesto; muchos además usan sus dudas sólo co

Quizás ya habéis pasado por alguna etapa de desencanto. Muchos dicen que es justo la desilusión lo que caracteriza nuestro tiempo. Han pasado las grandes ideologías del siglo XX y ¿qué es lo que ha quedado? Vemos que lo que ha quedado en realidad es un vacío profundo que la gente intenta llenar sin éxito de una u otra forma. En realidad en este texto encontramos ese mismo cuadro protagonizado por los propios seguidores de Jesús. Fijáos bien que no es precisamente en su buen ánimo o euforia que los discípulos proclamaron que Jesús había resucitado. La realidad que vemos aquí es todo lo contrario, todos y cada uno de los seguidores de Jesús estaban decepcionados hasta el límite. Sorprende que algunos pretendan asegurar ahora que el relato de la resurrección de Jesús fuese un invento de ellos, que supuestamente pudiese en el futuro confirmar sus propios deseos previos. Se muestran así con su moderno paternalismo y condescendencia porque claro, eran personas sencillas y ¿qué iban a saber ellos entonces de las po

¿No es sorprendente la cantidad de gente que se precipita a juzgar a Dios? Muchos de ellos incluso te reconocerán que no tienen fe. Pero, claro, ¿cómo puedes juzgar a alguien que ni siquiera crees que existe? De lo que sí parecen estar seguros es de su indignación por la cantidad de mal, guerra y dolor que hay en el mundo. ¿verdad? ¿Cómo podría Dios permitir todo esto?, te preguntan. Muchos de ellos se declaran aparentemente imparciales o agnósticos; sorprende por eso que no dudan cuando aplican invariablemente su condena a Dios. Especialmente cuando alguien quiere atribuirle alguna credibilidad. Dios no es que sea especialmente interrogado por las masas, lo que ocurre realmente es que las masas ya han decidido condenar a Dios. No nos equivoquemos, esto no es nuevo. Esto es justo lo que ocurre en este relato del siglo I, que conocemos popularmente como el Evangelio de Lucas. En el relato de este juicio vemos por supuesto a las masas pero también un caso único en su alcance, donde el acusado se identifica a sí

Solemos pensar que si podemos enfrentarnos al futuro es gracias a los bienes que podamos acumular, ¿verdad? La pregunta que ocupa nuestras mentes una y otra vez es cómo adquirir esos bienes. Lo irónico claro es que aquellos pocos que tienen la mayor parte de los bienes, también vemos que nunca tienen suficiente. La hierba siempre parece más verde al otro lado de nuestro jardín y la codicia es algo que nos carcome a todos sin excepción. Vivimos consumidos por la codicia y sorprende que codiciamos igualmente lo del prójimo sea mucho o sea poco lo que quiera que tenga. Si no tienes nada deseas tener algo y si tienes algo lo que deseas es tener algo más. Los delitos a los que nos lleva esa codicia podéis imaginar que no son pocos ni tampoco nuevos. Este texto jurídico del Libro de Éxodo en la Biblia podría parecer superficialmente que sólo aplica a una sociedad ganadera de la antigüedad pero si profundizamos veremos que hay entre sus líneas principios como el de la restitución que podemos seguir utilizando todaví

¡Qué sobada está la palabra amor! Sobre todo en las canciones y conversaciones populares ¿verdad? ¿Es acaso el amor ese impulso químico que a veces uno siente por otra persona? ¿Es una fuerza misteriosa que igual que viene, se vuelve a marchar? Fácilmente da la impresión de que tenemos muy poco control sobre ese sentimiento que llamamos amor. El odio, sin embargo, parece permanecer mucho más tiempo, como si realmente fuese más fuerte que el amor. Hay odios que desde luego duran toda la vida. ¡Qué difícil es cambiar tus sentimientos por la persona que tienes atravesada y te resulta antipática! Quizás consigues llegar a que te resulte indiferente pero ¿llegar a amarle? Es verdad que hay relaciones donde parecen coincidir simultáneamente el amor y el odio ¿verdad? Lo que está claro es que lo que parece dominar la vida de las personas es la animadversión. La cínica sabiduría popular enseña que hay que saber escoger bien a tus enemigos porque al fin y al cabo son ellos quienes te van a acompañar toda tu vida. Jesú

Estamos bastante familiarizados con la esclavitud gracias a las imágenes del cine pero todos servimos a algo o a alguien. Ya lo decía esa canción de Bob Dylan ¿verdad? Nadie puede decir que no haya puesto su vida al servicio de cosas o personas y es por eso todos somos, literalmente, siervos. Nuestra responsabilidad por tanto es averiguar a qué o a quién servimos. Esa es además una pregunta que nos hace nuestro propio creador y dador de la vida en este libro-hellip; ¿para quién estamos viviendo? Dios se lo preguntó también a su pueblo Israel, como estamos viendo en esta serie sobre el Libro de Éxodo. El texto de hoy se centra en unas leyes que, si somos sinceros, nos resultan bastante extrañas a simple vista a la mayor parte de los lectores. Muchos predicadores hacen grandes esfuerzos para salir airosos de los retos que supone su interpretación para nosotros hoy y por eso vamos a tratar de hacerlo especialmente a través de lo que dijo de ellas el propio Jesús.... Podcast de Jose de Segovia sobre Libro de Éxod

¿A qué tienes miedo tú? Muchas de las cosas que hacemos se explican solamente por nuestros temores. Somos criaturas dominadas por el miedo. Los desajustes de la salud, el dinero o las personas que creemos tener como esenciales, sabes que hoy están aquí y mañana ¿quién sabe? ¿Cuántos errores en nuestra vida se produjeron precisamente por el miedo que nos empujaba? Mi intención hoy es que nos enfoquemos en aquello que tememos más. Porque es verdad que tenemos todo tipo de situaciones o circunstancias a las que tenemos más o menos miedo, sí, pero por encima de ellos tenemos también un reto especial. En tu caso ¿a qué temes más que cualquier otra cosa? Jesús respondía a los miedos circunstanciales de sus contemporáneos añadiendo que hay un temor mayor al qué deberíamos temer mucho más. ... Podcast de Jose de Segovia sobre Libro de Éxodo, Cap. 20 18-26

El escritor ruso Lev Nikolayevich Tolstoy tiene un cuento que se titula ¿Cuánta Tierra Necesita un Hombre?. Es la historia de un campesino que ha prosperado y tiene una propiedad considerable pero a pesar ello vive siempre consumido por el deseo de alcanzar más propiedades aún. Vive con la ilusión de que eso le dará la autosuficiencia y las comodidades que anhela. Muchos vivimos consumidos por la envidia como él, pensando que el campo siempre está más verde al otro lado de nuestra valla ¿verdad? La conversación siempre parece más interesante en la otra habitación y hasta el plato del que tenemos al lado nos parece siempre más sabroso. La historia nos enseña el engaño de la codicia y la locura a la que nos precipitamos al dejarnos guiar por ella. El texto que veremos hoy en la Biblia, nos ordena precisamente que no debemos codiciar cosa alguna de tu prójimo. Este es un mandamiento que se diferencia de los demás por un detalle muy interesante: puedes mantener este pecado oculto en el interior de tu corazón y s

¿Cuánta dosis de realidad somos capaces de soportar? El escritor T.S. Eliot decía que el ser humano no puede soportar escuchar de alguien toda la verdad. La razón es que lo que sale de nuestro corazón es en realidad nuestra propia versión envenenada de la verdad. Esa distorsión no nos llega de fuera ya que lo que está sucio primeramente es lo que viene de dentro. El profeta Jeremías expresaba esa misma realidad con las palabras de engañoso en gran manera es nuestro corazón. El tema de la verdad sigue siendo de tremenda actualidad hoy pero observamos que el mismo enemigo de la verdad sigue estando dentro de nosotros mismos. Estamos demasiado preocupados por nuestro propio interés para darle importancia al prójimo ¿verdad? Y este mandamiento que veremos hoy se diferencia de los otros que hemos visto, precisamente en la importancia que le da al prójimo. Muchos se preguntarán quién es el prójimo. Sabemos que el ser humano también se engaña a sí mismo fácilmente. Los religiosos pronto establecieron que el término

Muchos se preguntan para qué sirve una genealogía. Hay incluso creyentes que se apresuran a saltarse esas listas de nombres ¿verdad? ¿Quién esperaría que un predicador quisiera meditar en una de ellas precisamente en Navidad? El evangelista Mateo sin embargo es así como empieza su relato del nacimiento de Cristo por una buena razón. Hoy en día nadie empezaría su relato con un anti–climax. Los editores ahora lo habrían puesto como una curiosidad en un anexo al final del libro. Sabemos que muchos deciden si van a comprar o no un libro, precisamente después de leer las primeras líneas. Las primeras líneas de este evangelio son por eso para muchos el colmo de lo inesperado. ¿Qué está queriendo decir Mateo al hacerlo? La primera lección que aprendemos así, es que la historia que se va a describir no empieza precisamente en este momento presente sino mucho antes. Su intención podría decirse que es similar a la de esas series en las que, cada episodio empieza describiendo a toda velocidad lo que ha ocurrido en episo

Todos estamos acostumbrados a reclamar siempre los derechos de nuestra minoría ¿verdad? Eso hace que nos sintamos confrontados al acercarnos a la palabra de Dios, donde de lo que se nos habla primeramente es de nuestra responsabilidad. La expresión en hebreo que analizaremos hoy no tiene un objeto, es decir, no se especifica qué es lo que no hay que robar o hurtar. La vinculación a la exclavitud de su contexto, nos anima sin embargo a creer que se está refiriendo primeramente a un mandamiento a no tomar cautiva a ninguna persona. Tenemos que entender, por lo que aprendemos también en el Nuevo Testamento, que Dios es quien tiene todos los derechos sobre su creación y el hombre, al ser creado a su imagen, es necesario que conserve también su propia libertad. Había por supuesto esclavos de guerra o por deudas en el pueblo de Israel. La esclavitud a la que se refiere aquí este texto, es la que se ha ejercido durante mucho tiempo a través del secuestro. La palabra de Dios desaprueba toda esa forma de esclavitud qu

Muchos se sorprenden al descubrir el poco sentimentalismo que hay en la práctica cuando llegas al matrimonio. Mi intención hoy es que veamos las ventajas que hay detrás de las razones; especialmente ahora dadas las circunstancias, donde el matrimonio está tan en crisis. El matrimonio no es una invención de la sociedad para proteger mejor estos o aquellos intereses de la familia. El matrimonio era antes de eso y primeramente una idea de Dios. Dios es quien ordena a los hombres a unirse en una sola carne ya en el huerto del Edén. El hecho de que el matrimonio se instituyó en el orden de la creación tiene muchas implicaciones que los creyentes no siempre han sido capaces de entender. La iglesia no puede casar a nadie porque el matrimonio corresponde al orden social. Un matrimonio hecho en privado dentro de una iglesia, por ejemplo, nunca será un matrimonio. Un matrimonio además existe independientemente de la fe que tenga cada uno de los cónyuges porque es una institución universal. Por eso, cuando le preguntan

El mandamiento que tratamos hoy es único en algo: todas las personas sin excepción aseguran no haberlo infringido nunca. Son inocentes incluso aquellos que ya están cumpliendo su consecuente castigo en la cárcel. La mayor parte de nosotros es verdad que no hemos cometido un homicidio. Hay que decir claro que no lo hemos hecho porque no hemos tenido las facilidades. Ganas y momentos en los que hemos perdido la paciencia, no nos han faltado ¿verdad? No es de este posible delito de lo que nos está hablando este texto de la Biblia. Hay que tener en cuenta que este texto lo han sacado muchos de su contexto. Se ha aplicado a capricho de cada uno en el contexto de la guerra, la eutanasia, los anticonceptivos, el aborto o la dieta. Debemos por eso ayudarnos siempre de las otras instrucciones que hay acerca de la muerte en los demás textos de la Biblia. La ley de Moisés por ejemplo incluye la pena de muerte como castigo; para tantos delitos, de hecho, que si los aplicásemos hoy no quedaría gente en las calles. Todavía

Muchos vivimos obsesionados con el presente. Olvidamos que nuestro futuro depende también de nuestro pasado. Esto lo hemos podido aprender especialmente en la modernidad, donde hemos tenido más acceso a la historia. Hemos aprendido que en las culturas de la antigüedad reconocían un papel más importante a las personas mayores. En la práctica sin embargo parece que para muchos sólo cuentas tú y tu esfuerzo. Te haces a ti mismo y no le debes nada a nadie, incluidos tus padres. El texto que veremos hoy es una ley pero una ley dada en un contexto de liberación. La autoridad y la ley producen en nosotros una reacción de aversión en todos nosotros. No reconocerlo es una gran ingenuidad. Hay muchas cosas que hemos tenido que aprender en la vida con un excepción: a nadie se le ha tenido que enseñar a desobedecer. Hay cursos para todo, presenciales o virtuales, y ninguno de ellos es para hacer justamente aquello que es lo contrario a lo que te mandan ¿verdad? Ya lo sabemos hacer de forma natural y es por eso que resul

¡Cuántas veces te han dicho que tienes que esforzarte en esta vida! Desde que venimos al mundo nos dicen que lo que consigas depende de ti y solamente de ti. Da igual que estés con la familia, en el colegio o en el trabajo, las instrucciones que recibimos una y otra vez es la misma necesidad del esfuerzo. ¿De quién es la recompensa sino del que se ha esforzado? Los piadosos incluso añadirán que al que trabaja, Dios le ayuda. Esa presión se convierte muchas veces en la angustia y la ansiedad al descubrir que no hemos alcanzado nuestro objetivo. Muchas veces es porque nos falta motivación. Puedes tener el sentido del deber muy claro y al mismo tiempo faltarte la motivación ¿verdad? Lo que estamos viendo en este texto es que la ley no sirve para nada si no está acompañada de un estímulo. Muchos se engañan creyendo que podemos salvarnos utilizando con esfuerzo y como medio estas leyes. El texto mismo te da la clave: estas leyes son dadas después de que el pueblo ha sido sacado de la esclavitud. La ley es dada cua

¿Qué es lo que encierra el nombre de una persona? La mayor parte de nosotros creemos que tu nombre puede depender de una gran variedad de circunstancias. Hace años te daban el nombre de uno de tus familiares. Muchos llevamos por eso el nombre de nuestro padre ¿verdad? Ponerle a la criatura que acaba de venir al mundo un nombre que pueda encajar, por ejemplo, con el carácter que ella tendrá cuando se haya desarrollado, sería todo un reto para los padres. Quizás por eso ahora lo más probable es que la persona que acaba de nacer termine en el Registro Civil con un nombre que refleja los últimos intereses o gustos personales de sus padres. Sabemos que hay otras culturas en las que el nombre de una persona tiene mucho más valor, pero incluso nuestra cultura ahora entiende que, después de todo, nuestra identidad está vinculada de alguna forma con el nombre que ostentamos. Cuando oyes tu nombre automáticamente das por sentado que esa persona te tiene en su mente en ese momento y, si no te conoce mucho, entiendes qu

¿De qué hablamos cuando hablamos de Dios? Usamos la misma palabra para hablar de muy diferentes conceptos ¿verdad? Hemos estado hablando de que lo importante no es tanto si decimos públicamente que creemos o decimos que no creemos. Lo importante es saber que estamos adorando finalmente al verdadero Dios. Una palabra no deja de ser una palabra y nos interesa conocer bien el objeto de nuestra creencia. También es muy importante que lo estemos creyendo y adorando como lo espera ese objeto de nuestra adoración. La manera en la que lo hagamos importa. El texto que veremos hoy se detiene precisamente en esa necesidad. Cometemos un grave error al relacionar la idolatría con las figuritas. La idolatría se materializa de muchas formas que van más allá de las pequeñas estatuillas que conocemos de la antigüedad. Sabemos que Dios es invisible pero también que se materializó en la persona de Jesús. El problema que tiene Dios con las representaciones más o menos artísticas de la religión, no es por una especial antipatía a

Todos vivimos para algo o para alguien aunque no queramos reconocerlo. Muchos te dicen que no tienen creencias ¿verdad? La realidad sin embargo apunta a que todo el mundo cree en algo. Los ateos también tienen sus creencias. Lo que ocurre es que le damos a ese algo los atributos divinos que originalmente tenía Dios. El texto bíblico que estamos analizando llama a ese sustituto con el nombre de ídolo o dios en minúscula. Apunta a que con mucha facilidad, en nuestra imaginación, sustituimos a Dios por eso que puede ser un trabajo, una persona o una afición. Luego nos relacionamos con nuestra creación como si ella pudiese responder positivamente a nuestras necesidades. La cuestión verdaderamente interesante entonces no es resolver si creemos o no creemos. Todos creemos y por lo tanto lo que nos interesa por encima de todo es averiguar qué garantía tenemos de no estar creyendo en un falso dios, o, lo que es lo mismo, una imaginación nuestra.... Podcast de Jose de Segovia sobre Libro de Éxodo, Cap. 20 1-3